sábado, 19 de enero de 2013

REEDIFICANDO EL TEMPLO DE DIOS PARTE I


“¿No saben que ustedes son templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en ustedes?”
 1 Corintios 3:16, NVI.
De acuerdo al Antiguo Testamento:
El templo de Dios fue construido por el Rey Salomón, como parte de la promesa que Dios le había hecho a su padre (David), la palabra nos describe en 1 Reyes 6 y 1 Reyes 7:23-51 como había sido construido el templo. ¡Imagínatelo! era un lugar con tablillas de oro, basas de bronce; fuentes de bronce, un altar de oro, incluso plata, oro y utensilios que David había dedicado. ¿Te lo imaginaste? Sin lugar a dudas era un templo hermoso.
Cuando el templo fue terminado,

“Entonces Salomón declaró: SEÑOR, tú has dicho que habitarías en la oscuridad de una nube, y yo te he construido un excelso templo, un lugar donde habites para siempre”.
1 Reyes 8:12-13, NVI

Por tanto, para los israelitas el templo de Dios, era un lugar donde la presencia de Dios se manifestaba y donde sus oraciones eran escuchadas.
Era hermoso, pero luego de la muerte de Salomón el templo fue completamente destruido.
Pero después, Esdras capitulo uno nos relata, que Dios despertó el espíritu de Ciro rey de Persia y de muchos otros, y así se anuncio la edificación de la Casa de Jehová Dios de Israel.

“Cuando los enemigos del pueblo de Judá y de Benjamín se enteraron de que los repatriados estaban reconstruyendo el templo del Señor, Dios de Israel, se presentaron ante Zorobabel y ante los jefes de familia y les dijeron:

—Permítannos participar en la reconstrucción, pues nosotros, al igual que ustedes, hemos buscado a su Dios y le hemos ofrecido holocaustos... El pueblo de Judá respondió:  

—No podemos permitir que ustedes se unan... Nosotros solos nos encargaremos de reedificar el templo para el Señor... Entonces los habitantes de la región comenzaron a desanimar e intimidar a los de Judá para que abandonaran la reconstrucción”.  
Esdras 4:1-4, NVI

Lo que paso en aquellos tiempos, es muy similar a lo que atravesamos muchos cristianos ahora en día. ¡Y el problema está en que no hemos meditado bien su palabra!

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